Navegando el torrente inexplorado del anchuroso Amazonas, siguiendo su curso serpenteante de fangosa agua rizada; navegando el río más caudaloso del planeta, según nos cuenta la crónica del capellán, el también tripulante y trujillano, el fraile dominico Gaspar de Carvajal, quien relató los pormenores del descubrimiento y descenso del Amazonas desde su inicio a su desembocadura; en su célebre Relación del nuevo descubrimiento del famoso rio Grande de las Amazonas que descubrió por muy gran ventura el capitán Francisco de Orellana. Obra inédita hasta el año 1894.
Venciendo el hambre, la fatiga, el frío y la desesperación, abriéndose camino por medio del coraje y de la espada, se aventuran navegando a la deriva y sobreviven: La fe y la ambición mueven sus almas.
El 26 de agosto de 1542 pudieron ver al fin el mar después año y medio de aventura.
La vieja ambición de encontrar una vía de comunicación entre las tierras altas del Perú y el Océano Atlántico se había cumplido; el Amazonas había sido descubierto para la navegación, atravesando todo el continente de parte a parte.
Llegan al fin triunfantes a la desembocadura del Atlántico, pero famélicos, desfallecidos, diezmados.